Camilo Brenett analiza la importancia geopolítica y ambiental de la Antártida en el contexto internacional, subrayando su papel como recurso natural estratégico. Este continente, que alberga el 70% del agua dulce y el 90% del hielo del planeta, es un punto de interés global. Su estudio aborda, en varios apartados, la evolución histórica, diplomática y científica de la región.
Desde 1820, varias naciones han mostrado interés en la Antártida. Tras la Segunda Guerra Mundial, las superposiciones territoriales entre Argentina, Chile y Gran Bretaña incrementaron las tensiones diplomáticas. La estrategia de Chile y Argentina fue presentar una “antártida sudamericana”, excluyendo la presencia británica. Estados Unidos, en cambio, optó por una postura de cautela y lideró incursiones científicas en el continente, evitando conflictos con la Unión Soviética. En 1948, el Consejo Internacional de Uniones Científicas propuso iniciativas colaborativas de investigación, estableciendo principios de libertad científica y cooperación, lo cual preparó el terreno para acuerdos diplomáticos.
El 1 de diciembre de 1959 se firmó el Tratado Antártico, vigente desde 1961, que prohíbe actividades militares y nucleares y establece la Antártida como territorio para la paz y la ciencia. Aunque inicialmente no abordaba la protección del ecosistema, buscaba reducir tensiones entre los Estados en un contexto de Guerra Fría. En 1991, el Protocolo de Madrid complementa el tratado con medidas de protección ambiental, gestión de desechos y preservación de áreas sensibles. Actualmente, 56 países están adheridos al tratado, pero sólo 29 tienen plenas facultades decisorias, mientras los restantes tienen estatus de miembros no consultivos.
Brenett detalla las razones del interés mundial en la Antártida: sus recursos naturales, su ubicación geoestratégica, las ventajas en escenarios de conflicto y su proximidad al espacio cósmico. Con esto, el autor plantea la posibilidad de futuros conflictos derivados de intereses económicos y geopolíticos en la región. El descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo y el valor estratégico del agua —conocida como el “oro azul”— incrementan las tensiones en un mundo con recursos cada vez más escasos. A medida que el orden global avanza hacia una configuración multipolar, la Antártida cobra un valor estratégico creciente, lo cual aumenta las demandas sobre su gestión.